miércoles, 1 de julio de 1981

ENTREVISTA A RAÚL ALFONSÍN - 1981

REVISTA EXTRA - AÑO XVII - N° 193 - JULIO 1981
¿CUÁL FUE EL ERROR DE LOS GRANDES PARTIDOS MAYORITARIOS?
Entrevista a Raúl Alfonsín

Raúl Alfonsín, líder del Movimiento Renovación y Cambio de la Unión Cívica Radical, analiza los problemas de la democracia latinoamericana. La Argentina y su larga lucha por la estabilidad centra sus juicios más apasionados y polémicos. Aquí su pensamiento.

Extra: Doctor, ¿su libro "La cuestión argentina" puede encuadrarse dentro de lo que podríamos llamar teoría política?

Raúl Alfonsín: "La cuestión argentina" no es un libro de teoría política. En consecuencia, no me detengo demasiado en algunos fenómenos que son propios de la democracia del mundo, aunque, por supuesto, son el trasfondo de todos los problemas argentinos.

Extra: Tampoco se analiza el elitismo en la democracia argentina.

Alfonsín: No lo hice porque está suficientemente estudiado en la teoría política. Desde los griegos con Platón y su oposición a la democracia ateniense. Más tarde Nietzsche, con su superhombre y su pensamiento de que son los héroes y no los hombres los impulsores de la historia. Luego Pareta y Mosca sirvieron de antecedentes a los nacionalistas criollos con la teoría de la circulación de las elites. Trabajar sobre todos estos temas hubiese llevado medio libro, pero los omití para que el discurso sea más directo.

Extra: Su opinión sobre los embates contra las normas democráticas, que es uno de los problemas actuales.

Alfonsín: Este es un gran problema de la democracia. Durkheim lo denominó anomia. Los hombres actúan de dos maneras. Una prescriptiva y otra electiva. En esta última se pone en juego la libertad misma. Pero el hombre moderno quiere vivir en libertad; cuando quiere elegir todo y desacraliza todos los valores, e incluso discute el marco normativo, su comportamiento se transforma en anómico. Esta personalidad conspira contra la libertad, la democracia y contra sí mismo.

Extra: ¿De qué forma conspira contra la democracia?

Alfonsín: En la Argentina conocemos dos formas posibles de conspirar contra la democracia mediante la anomia. Una es la apatía, “el no te metás”, y la otra es la violencia.

Extra: ¿Cómo interpreta usted la inestabilidad democrática latinoamericana?

Alfonsín: El problema de las democracias latinoamericanas es que no tienen respuestas a problemas básicos de orden económico-social. No satisfacen las expectativas de los pueblos.

Extra: ¿Por qué carecen de respuestas a estos problemas que son, sin duda, esenciales para la estabilidad de un sistema?

Alfonsín: Los motivos son varios; uno de ellos es la discriminación que, sobre nuestros países, hacen las naciones de economías centrales en materia de comercio exterior. Personalmente, manifesté a muchos políticos europeos que la elevación del nivel de vida de sus pueblos no debe hacerse a costas del deterioro de los nuestros.

Extra: ¿Cuáles son, a su juicio, los otros motivos que pueden explicar la falta de estabilidad?

Alfonsín: Muchos estudiosos dieron respuesta a la inestabilidad política latinoamericana. Afirman que es causa de la miseria, y es razonable, porque ésta constituye un elemento que impide la participación racional del pueblo provocando la ausencia del instrumento fundamental de la democracia. También lo atribuyen a la dependencia y al militarismo. Johnson, sociólogo norteamericano, dice que los latinoamericanos, después de la guerra por la independencia, cambiaron las banderas de igualdad, libertad y fraternidad por la artillería, caballería e infantería.

Extra: Pero su tesis, ¿no es ésa?

Alfonsín: No descarto ninguno de los factores que antes mencioné. Todos influyen. Pero a mi criterio, la inestabilidad política latinoamericana, y más aún la Argentina, se debe a que siempre existió una minoría que impidió la realización de los pueblos.

Extra: ¿Cuáles son las características de esa minoría?

Alfonsín: Ya no es la vieja oligarquía de base terrateniente. La oligarquía actual es moderna, inescrupulosa, totalitaria, de base financiera. Se caracteriza por ser un comportamiento más que una clase social; se refugia en la especulación.

Extra: La minoría a la que usted se refiere, ¿es similar a las que sustentan el poder económico europeo?

Alfonsín: No. Tienen diferencias extraordinarias. En Europa presentaron y concretaron importantes proyectos económicos que permitieron elevar el nivel de vida de todos sus habitantes. En cambio, en nuestro país fracasaron permanentemente.

Extra: Limitándonos a las causas que impidieron la estabilidad en la Argentina, ¿cuál es su opinión al respecto?

Alfonsín: Todas las que antes mencioné tienen cabida como causales de la inestabilidad democrática. Pero resta analizar otra, y muy importante: los errores de las mayorías. Los sectores políticos nacionales no marginaron nada de la competencia política. No existieron los comunes denominadores, esos que son los que definen a un pueblo como nación, que hayan sido apoyados o sostenido por el conjunto nacional. Los principales responsables son los políticos mayoritarios que produjeron grandes enfrentamientos, con enormes errores. Por ejemplo, el radicalismo, cuando fue desalojado del poder en 1930, se quedó en el reclamo electoral sin comprender los nuevos acontecimientos de la sociedad argentina. No interpretamos el nacimiento de la sociedad industrial con sus angustias y sus anhelos. Quien logra hacerlo es, por entonces, el coronel Perón. Otra hubiera sido la historia del país si no hubiera incorporado a su praxis política algunos ingredientes reñidos con la democracia.

Extra: ¿Ese fue el único motivo por el cual lo combatió el radicalismo?

Alfonsín: No se puede hacer un análisis unilateral del peronismo sin dejar de reconocer su labor en materia de avance social. El radicalismo lo combatió por las cosas malas que practicaba y no como muchos antiperonistas, por las muchas buenas que hizo.

Extra: ¿Y cuál fue el error de los grandes partidos mayoritarios?

Alfonsín: Pelearnos permanentemente. Poníamos por testigo a Dios, a la historia, a los pueblos, y nos rasgábamos las vestiduras en el altar de la libertad; otros, en el de la justicia social. Nos peleábamos, y cuando estábamos por matarnos dábamos vuelta la cabeza sin darnos cuenta de que éramos gladiadores del circo romano. Que en la tribuna estaba la oligarquía bajando los dedos, señalando que quienes morían no eran partidos políticos sino la posibilidad de la verdadera democracia.

Extra: Reconocidas esas faltas, ¿cuál es la solución?

Alfonsín: Estas falencias históricas se pueden superar a través de un compromiso democrático.

Extra: ¿Qué significa compromiso democrático?

Alfonsín: El compromiso democrático que el país reclama no es un cuerpo de doctrina ni un programa de gobierno. Es, sí, ponernos de acuerdo sobre las ideas básicas, comunes, que son las que pueden impulsar a todo el pueblo a recuperar la democracia.

Extra: ¿Cuáles son esas ideas básicas?

Alfonsín: Las ideas consisten en definir y ubicar, primero, a quienes están por la democracia, contra la autocracia. Segundo, quiénes están con la autonomía del país frente a la dependencia. Tercero, quiénes están con la participación del pueblo frente a su marginación. Después de este compromiso en el que pueden estar todas las fuerzas políticas, llegarán las mediaciones, que es la característica de la actividad política. Fundamentalmente, entre los sectores del trabajo organizado y el empresariado nacional, para evitar que la pugna distributiva tumbe el sistema.

Extra: ¿Están dadas las condiciones para realizar el compromiso que usted menciona?

Alfonsín: Sí. Estamos triplemente desafiados. Debemos recuperar la democracia, reconstruir la economía y operar una mejor distribución de las riquezas. Estos no pueden ser objetivos de cumplimientos sucesivos. Deben realizarse en forma simultánea. Es imprescindible trabajar con inteligencia y urgencia. Están dadas todas las condiciones para que esto suceda. Por primera vez aparecen solicitadas firmadas por obreros reclamando la permanencia de las fuentes de trabajo, es decir, defendiendo a la industria. Y también, por primera vez, las cámaras empresarias reclaman aumento del poder de compra del obrero, que implica un aumento del salario real.
Bernardo Neustadt

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